Refugiados de Venezuela en Alemania: «Es como una cárcel», las penosas condiciones en las que viven algunos venezolanos en Leipzig
Pese a estar rodeado por una doble cerca de alambre de más de dos metros, cámaras de seguridad por doquier y una garita con un vigilante monitoreando la entrada y salida de las personas, no es una cárcel.
Pese a su aspecto de prisión, hablamos de un centro de refugiados ubicado a unos cuatro kilómetros del centro de Leipzig, una ciudad en el este de Alemania. Allí hay cientos de venezolanos.
Luisa Granados, de 64 años, es una de las inquilinas de Max-Liebermann, ubicado en una calle del mismo nombre donde se ven más venezolanos que alemanes y parece ser más común escuchar español que el idioma local.
Luego de una larga travesía, esta mujer originaria de Maracaibo llegó a Alemania hace apenas tres meses, sin un centavo en el bolsillo.
«Unas amigas venezolanas, viendo mi situación económica, me regalaron el pasaje. En 2018 me fui a Estados Unidos, donde ellas viven, estuve un rato en Miami y después me mudé a Monterrey. Pero allá la delincuencia también es grave y estando AMLO en el poder me dio miedo de que las cosas se pusieran como en Venezuela, entonces desistí de quedarme allí», explica.
Siguiendo el consejo de sus amigas en EE.UU. y de un youtuber, que explicaba el proceso para pedir asilo en Alemania, Luisa llegó a Europa en octubre de 2019 y, luego de una corta estadía en Berlín, fue trasladada al centro de Max-Liebermann por las autoridades alemanas.
«Es como si quisieran ocultarnos»
La crisis ha forzado a casi 4,8 millones de venezolanos a abandonar sus hogares y emprender una vida vida en otras latitudes.
De estos, más de 700.000 han tramitado solicitudes de asilo, una cifra que representa un incremento de 4.000% con respecto a 2014, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).
Max-Liebermann no es el único centro de refugiados con venezolanos en Leipzig; en las afueras de la ciudad se encuentra otro, conocido como Dölzig.
Si bien a primera vista el lugar donde hace vida Luisa parece remoto y recuerda a una cárcel; comparado con el centro de Dölzig, Max-Liebermann es bastante céntrico y decente.
Se necesita casi una hora de viaje en autobús y caminar por el medio de la carretera por unos minutos -o sobre barro si no te importa ensuciarte los zapatos- para llegar a este sitio ubicado en el medio de la nada.
«El supermercado más cercano queda a kilómetros de distancia. Aquí no vive nadie: es como si quisieran ocultarnos y que no nos mezclemos con la civilización», explica Eduardo*, otro solicitante de asilo venezolano que no quiso revelar su identidad por miedo a represalias del gobierno alemán.