Entre los odios encargados del niño ministro y la crisis de Arce


Es difícil saber cuál es el mérito del ministro del Castillo para ocupar el cargo que ocupa; no se le conoce actuación política destacable en el partido azul, negro y blanco, salvo la de un par de fotografías en las que aparece tirando cohetes (lanzando petardos) a los policías; antes de eso nada…. Después de su posesión se supo que “asistía” al Senado, donde era “algo” al servicio de Adriana Salvatierra, esto, claro, hablando política y administrativamente porque no conlleva otro tipo de alusiones, porque respeto a la Srta. Salvatierra. Lo dejo claro porque nunca falta quien le busca connotaciones que no tienen nada que ver con lo escrito.

Pues, bien, sin mayor mérito que mostrar, el niño ministro tiene actitudes inentendibles, como esa de “odiar” a Jeanine Áñez, a quien se ha referido diciendo que “cree que aún es expresidenta de facto”, como si los bolivianos no supiéramos que la señora Áñez ocupó el cargo por sucesión constitucional y que la democracia funcionó en esos 11 meses, a lo mejor con más bajas que altas, porque no fue el Gobierno que la gente esperaba, pero lo hizo en el marco del Estado de derecho, con el Poder Legislativo intacto, el Judicial funcionando y el Electoral en lo suyo.

Legislativo: funcionando con directivas electas por las mayorías de diputados y senadores y, como correspondía, en manos del partido mayoritario, es decir, del MAS. En 11 meses, el Poder Legislativo, es decir, Eva Copa Murga, promulgó 23 leyes, de 78 que se dictaron en ese tiempo, correspondiéndole a Áñez, las restantes 55 leyes. Recordemos que para que Copa hubiera promulgado esas leyes, tenía que darse el veto por parte del Ejecutivo, veto no fundamentado, es decir, el Ejecutivo las rechazaba sin razón, volviendo al Parlamento que promulgaba, lo que se convierte en una señal, por demás de clara, que la democracia y el sistema constitucional funcionaron en el periodo de Áñez Chávez.

Esta semana que pasó, el ministro volvió a la carga contra la expresidenta Áñez por una agresión verbal (así lo dice la propia agredida) de una policía; los detalles salen sobrando, lo que queda, es la decisión y el afán de del Castillo, que está empeñado en humillar a la rebelde mujer que se hace respetar, aunque ello le genere problemas.

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